… ¿Qué tal el contacto
del conjunto con el
público newyorkino?
Cuéntame si puedes tener
tiempo para ello. Yo les
deseo de todo corazón el
triunfo que merecen que
también es mío.
Un abrazo para ti de
Ramiro Guerra
10 de mayo del 2011
Ramiro Guerra no es una
estrella de la danza, es
la danza. Es uno de los
ensayistas más lúcidos
en la historia de la
cultura cubana,
investigador acucioso,
nada en la danza le es
ajeno. Se inició en esta
manifestación artística
en los años 40 de la
pasada centuria, no solo
como un ejecutante más,
a la par de su carrera
como bailarín inició su
labor como investigador,
como coreógrafo, siendo
también pionero en Cuba
en estas manifestaciones danzarias.
El espíritu rebelde,
revolucionario y
humanista de Ramiro es
consecuente con la danza
en todas sus
manifestaciones, ya sean
prácticas, teóricas,
docentes. Como él a
menudo señala, estudió
en la Universidad de La
Habana para cumplir un
deseo expreso de su
padre, una vez cumplida
la tarea familiar,
título de Doctor en Derecho
por medio, colgado en
una de las paredes de su
casa, emprendió viaje en
busca de su sueño.
Esa fue su primera
guerra ganada, que
responde a su
determinación desde muy
joven de entregarse al
mundo abstracto de la
construcción de
movimientos, a través de
su herramienta de
trabajo que es el cuerpo
y el cerebro humano,
este último, para él,
también un músculo que
hay que ejercitar para
la danza. Ramiro es
testimonio vivo del
desarrollo de esta
manifestación en Cuba,
de la cual es pionero
junto con otras
reconocidas figuras del
estilo clásico en
nuestra Patria.
En el año 1943 se
produce el debut de
Pedro Suárez (Ramiro
Guerra) con el Ballet de
Pro Arte Musical, bajo la
dirección de Alberto
Alonso, quien había
regresado del Ballet
Ruso de Montecarlo.
Cuenta Ramiro que
“fresquecito y recién
llegado” fue lanzado al
ruedo como uno de los
guerreros de El
Príncipe Ígor, de Borodin. En diciembre de
ese año se estrena
Rasca Cielos
1, de
Alberto Alonso, y en
ella interviene también
Ramiro, quien ha
recibido clases de
Alberto Alonso y luego
de Nina Verchinina, su
maestra. Con ella, a la
cual define como “…una
especie de disidente del
estilo académico de los
Ballets Rusos…”2 se
incorpora a la Compañía
del coronel De Basil. A su
llegada a New York
abandona la compañía e
inicia sus estudios de
la danza moderna
norteamericana con
Martha Graham.
En el año 1950, imparte
un curso de Danza
Moderna en la Academia
de Ballet de Alicia
Alonso, que ya incluía
en su programa de
estudio esta
especialidad.
En el año 1952 Ramiro
Guerra coreografía para
el Ballet de Alicia
Alonso
Toque, con
música de Argeliers
León, Diseño
Escenográfico de Luís
Lastra, Máscaras de
Tomás Oliva, con las
interpretaciones de
Carlota Pereyra, Beatriz
Lismore y Víctor
Álvarez. A raíz de su
estreno Don Fernando
Ortiz escribe una carta
a Fernando Alonso, donde
señala:
“… cuando salga a la luz
del Auditórium habanero,
acaso será el más
atinado logro que se
haya dado en Cuba de una
transculturación
estética entre motivos
musicales y danzarios,
alejadísimos por mares y
siglos pasados, y las
técnicas, gustos y
maneras del arte
presente más avanzado,
ya entrando firme en los
celajes donde alborea el
venidero. Arte de ayer,
de hoy y casi de mañana:
arte ‘de abajo’ y ‘de
arriba’: arte con alma
de Cuba… ‘cubano… na má’,
pero en su plena y
gloriosa integridad
nacional, traducido al
lenguaje de universales
vibraciones. ¿Por qué
Cuba no ha de lograr lo
que el arte de otros
países? Lo hará con
bellas floraciones, si
no reniega de sus
profundas raíces ni de
su rica savia y sabe
airear su frondoso
follaje en las más altas
corrientes de la cultura
contemporánea….
2”.
En el año 1955, en la
Revista Nuestro Tiempo
el crítico Edgardo
Martín, referencia “El
recital de danza de
Ramiro Guerra”. Entre
las obras del programa
se destaca de manera
especial, por las
inquietudes de este
creador por la identidad
cubana, las coreografías
El son para turistas,
con música de Juan
Blanco y Fermín Borges,
y con diseños
escenográficos de
Servando Cabrera; entre
las intérpretes Menia
Martínez. Toda una
vanguardia para el
disfrute estético de
nuestro pueblo.
“… Colocada ya en un
marco escénico
previamente dispuesto,
para servirle de eficaz
fondo y para subrayar
sus dramáticos perfiles
que no varían en función
de una dinámica
totalmente subjetiva
pero que alcanza la
fuerza suficiente para
ordenar esa bella
discursiva danzante que
realizó Ramiro Guerra en
el recital que a más que
sala llena fue ofrecido
en el Lyceum el 23 de
junio…
“…El Son para turistas
hecho con música de Juan
Blanco, texto de Fermín
Borges y escenografía de
Servando Cabrera, y así
con la participación de
Leonor Viamontes, Rafael
Díaz, Menia Martínez,
Luís Alberto y Guido
González del Valle…
“…La acogida y la
muerte”, de Lorca, y “Sensemayá”,
de Guillén, aparte de
que resultó bello este
poema de poesía bailada,
a su éxito contribuyó el
declamado sonoro musical
y rico de Vicente
Revuelta.
3”
La Revista Nuestro
Tiempo en el año
1955, en la sección
“Nuestro Tiempo repasa
su historia” en lo
referente a ballet,
referencia en
su resumen tres
recitales de Ramiro
Guerra, en ese año.
En este propio año
aparece un comentario de
Harold Gramatges en la
referida revista, sobre
la visita a Cuba del
Ballet Moderno de
México, atendidos por el
bailarín y coreógrafo de
Danza Moderna de la
Academia de Ballet de
Alicia Alonso, Ramiro
Guerra, y sobre una
función que ofrecerán en
la Plaza Cadena de La
Universidad de La
Habana, el 27 de marzo
4, “de ahí
para surgir el nexo
futuro de la danza
moderna cubana, con el
movimiento mexicano”.
En el año 1956 Ramiro
Guerra funda el Teatro
Experimental de la Danza
y coreografía obras como
Orientalita,
Rítmicas, con música
de Amadeo Roldán,
Cantata a la paz, con
música de Heitor
Villalobos y Suite para
niños, todas estrenadas
en el año 1956 en la
Sala Teatro de la
Escuela de Ballet Alicia
Alonso.
En la sección Balcón de
la Revista Nuestro
Tiempo, en los
comentarios sobre Ballet
se reseña
5:
“El Teatro Experimental
de Danza tuvo su
presentación el 28 y 29
del pasado julio. Esta
vez en la Sala Hubert de
Blanck, y confirmó su
carácter de grupo
empeñado en una seria
labor artística, cuyo
impulsor principal es
Ramiro Guerra, y que, a
la vez, abre sus puertas
a la colaboración de los
que ‘gusten el difícil
camino de la
experimentación’
participando en esta
empresa aún naciente y
ya exitosa…”
Al año siguiente con su
espíritu fundacional, de
investigación y búsqueda
de una nueva forma de
danzar moderno en
cubano, funda el Grupo
Nacional de Danza, con
el cual logra estrenar
Tres Danzas
Fantásticas en la Sala
Teatro El Sótano. De
sus presentaciones el
intelectual cubano Luis
Amado Blanco, señala:
6
“…y es curioso, porque
el signo que preside
este Grupo Nacional de
Danza que hace sus
primeras armas en el
tablado de El Sótano,
es precisamente un
tanteo hacia lo popular
y hacia lo andaluz de Lorca…
“...La alegría externa
del cubano no descubre
así su medular tristeza
cósmica. Sus desaforados
manoteos transparentan
su íntima melancolía. La
cubanidad interior sube
al tablado sin trampas
ni subterfugios,
desafiándonos hacia la
dirección de sus
arterias. No se trata de
un hallazgo, sino de un
intento. Pero ya es
algo. Y un poco más, si
hemos de ser
justicieros…”
Ramiro Guerra y el
Conjunto Nacional de
Danza Moderna
Acorde a sus principios
fundacionales, Danza
Contemporánea de Cuba
(1987) fue fundada el 25
de septiembre de 1959
como Conjunto de Danza
Moderna. Surgido del
mismo Departamento de
Danza del Teatro
Nacional.
7 En el año
1962 se convirtió en el
Conjunto Nacional de
Danza Moderna, y en 1974
se le nombra Danza
Nacional de Cuba. Desde
su fundación, su
reconocimiento
internacional es
innegable, a lo largo de
su historia ha realizado
más de 280 estrenos, ha
recibido los aplausos de
los espectadores y la
crítica especializada
por sus presentaciones
en prestigiosos teatros
como el Sarah Bernhardt
en la Quinta temporada
del Festival de las
Naciones en París donde
se inició su
reconocimiento
internacional, el
Canadian Art Center de
Ottawa, el Bellas Artes
de México, Las Arenas de
Verona, los Teatros La
Fenice y Malibran (de
Venecia), el Teatro
Municipal de Sao Paulo,
el San Martín de Buenos
Aires, el Teatro Real de
La Moneda en Bélgica,
Birmingham Theater y el
Sadler´s Well en
Inglaterra, el Teatro
Real de Madrid, el Palco
de la Opera de Roma, la
Casa de la Danza de Lyon,
y el Joyce Theater de
New York, entre otros
reconocidos espacios
escénicos.
Mantiene en su
repertorio activo más de
70 obras que revelan su
universalidad, su
peculiar estilo de
amplias posibilidades
interpretativas,
armoniosa integración de
las demás artes con el
lenguaje de la danza
contemporánea, fundida
con nuestros ancestros
africanos a partir de
nuestra
“transculturación
blanquinegra”
8,
fusionando estilos y
formas de hacer.
El triunfo de la
Revolución cubana en
enero de 1959 trajo
cambios radicales para
la sociedad cubana en la
política, la economía,
la educación y la
cultura. Era un clima
propicio para que Ramiro
Guerra concretara sus
aspiraciones de
desarrollar la técnica
de la danza moderna en
nuestro país, para ello
aglutina a una veintena
de jóvenes, algunos con
conocimientos de
cualquier tipo de danza,
aptitudes físicas y
deseos de bailar, para
fundar el Departamento
de Danza Moderna del
Teatro Nacional. No por
casualidad surgen ese
mismo año instituciones
emblemáticas como Casa
de las Américas, el
Instituto Cubano de Arte
e Industria
Cinematográfica (ICAIC),
y el Teatro Nacional de
Cuba. Alicia Alonso,
como Prima Ballerina
del Ballet Nacional de
Cuba, se convierte en el
alma de la llamada
escuela cubana de
ballet.

Suite Yoruba |
Ramiro Guerra recibe la
encomienda de la
Doctora
Isabel Monal, recién
nombrada Directora del
Teatro Nacional de Cuba,
de organizar el
Departamento de Danza en
la referida institución,
traza sus coordenadas
con la colaboración de
Nieves Fresneda,
bailarina, demostradora
e informante de
folclore; de Orestes
Suárez (Papo)
organizador de la
orquesta de la compañía
y del personal que más
tarde trabajaría en
Suite Yoruba, de
Trinidad Torregosa,
artista y fabricante de
Batá, y de Jesús Pérez,
cantante y Director de
la Orquesta de Percusión
del Conjunto de Danza
Moderna, el primero en
tocar los Batá con una
orquesta sinfónica, y
Lorna Burdsall, quien
trajo las ideas y la
técnica de Humphrey.
Esta labor fundacional
no solo obedece a las
inquietudes de Ramiro
como danzante y creador,
se produce también por
su acercamiento a los
Estudios Culturales,
cuando desde la década
de los 50 realiza
estudios de la obra de
Fernando Ortiz, hace
contacto directo con los
ambientes religiosos y
observa las danzas de
santería, estudia los
ritos abakuá, hace
converger a autores,
obras, y practicantes de
focos del folclore
cubano, con las técnicas
que estudió en los
EE.UU., de Humphrey-Weidman,
José Limón y Graham y
siguiendo la prédica de
Don Fernando Ortiz
9
sobre la vecindad de la
cultura norteamericana
como uno de los más
activos factores que
inciden en la cultura
cubana, positivos o
negativos pero
innegables, de la cual
se apropia Ramiro no por
gratitud sino por
objetividad, para mezclarla con nuestra
cultura en función de
una práctica danzaria
contemporánea, cubana.
Ramiro, vinculado al
movimiento cultural de
izquierda de los años
50, luego de incursionar
en el Ballet de Alicia
Alonso, en la Danza
Moderna Norteamericana y
en la vanguardia cubana,
se mantiene al margen
del academicismo
convencional e investiga
el enmascaramiento
diverso de las
tradiciones cubanas.
Explota la capacidad de
un determinado sector de
nuestra sociedad,
discriminado y
marginado, en
contraposición a la
fuerza de la cultura de
masa y se compromete con
el cambio social de
entonces y, desde la
cultura, actúa sobre
la transformación de la
conciencia social que se
ha venido produciendo, y
la creación popular es
el centro de su creación
1
/10.
Esta génesis renovadora
se concreta el 25 de
septiembre de 1959,
desde el Departamento de
Danza Moderna del Teatro
Nacional. En la primera
convocatoria fueron
escogidos entre otros,
Santiago Alfonso, Silvia
Bernabeu, Cira Linares,
Irma Obermayer, Arnaldo
Patterson, Ernestina
Quintana y Eduardo
Rivero, quienes dejarán
su huella en la danza
cubana. Santiago, uno de
los elegidos, define ese
momento histórico dentro
de la cultura cubana,
según él:
“(…) En cuanto al
replanteo de si existe o
no una estética de la
danza contemporánea
cubana,
indiscutiblemente digo
que sí, yo creo que hay
una manera de decir, un
lenguaje, una estética
cubana de la danza
contemporánea, que nace
con Ramiro Guerra;
aunque hayan
antecedentes muy
esporádicos, él colma
las ansias de muchos de
nosotros. Ramiro hace
realidad nuestros sueños
por dos razones: una es
de índole eminentemente
danzario, la otra, mucho
más amplia, que es lo
cubano, nuestros
elementos culturales, y
la sabia conducción, la
gran cultura de ese
hombre que supo guiar,
crear todo un movimiento
artístico y llevarnos
adelante….
10”.
Este núcleo fundacional,
al frente del cual está
Ramiro, es la
materialización
histórica cultural de la
capacidad intrínseca del
cubano de bailar, rasgo
definitorio, en buena
medida, de nuestra
idiosincrasia. Desde sus
inicios destaca los
símbolos y signos
codificadores que
legitiman nuestro
lenguaje en esta
manifestación artística.
Desde una perspectiva
histórica se apropia de
las figuraciones
religiosas y paganas de
nuestro panteísmo
yoruba, y
progresivamente se va
desgajando de ella con
sus ricas contorsiones,
movimientos arabescos de
los brazos, cuerpos
enroscados, rostros
mórbidos y mayestáticos
en éxtasis, para coronar
el movimiento con la
sensualidad pélvica y
las insinuaciones de las
pronunciadas caderas,
con la correspondiente
diferenciación de
práctica y género, la
especialización de
roles, la
estratificación de
público y la distinción
de espacios, dentro de
la nueva práctica y
experiencia social, y
símbolos nuevos con la
tendencia a la unión de
la síntesis de todas las
artes.
Ramiro es el artífice de
la línea contemporánea
cubana desde entonces y
es el guía del proceso
posterior a su
aceptación y ulterior
interpretación de
nuestro pueblo.
Establece la
interpretación
estructural de nuestra
variante nacional y de
las maneras personales
que nos estratifican,
sin sobrevalorarlos da
primicia a los aspectos
nacionales y considera
la tradición para la
diversificación de esta
expresión estética de la
vida en la cultura
cubana.
El 19 de febrero de
1960, en la Sala
Covarrubias del Teatro
Nacional de Cuba, en la
aún Plaza Cívica,
comienza la primera
función, a solicitud de
la Dirección del Teatro
Nacional de Cuba, y
concibe un programa con
la colaboración de Lorna
Burdsall, condicionado
por el desarrollo
alcanzado por los
bailarines hasta ese
momento con las obras
Mulato, Estudio de
las aguas, La vida de
las abejas, y Mambí
11.

Mulato |
Las investigaciones más
importantes e
innovadoras de esta
manifestación escénica,
parten del empirismo y
de un marcado compromiso
político, y no escapan a
los rasgos
característicos del
campo de los Estudios
Culturales, que pueden
sintetizarse en:
12
-
Aproximación
antropológica al objeto,
reconociendo la
autonomía de la cultura.
-
Considerar la cultura
como inscrita en las
prácticas y símbolo de
la vida cotidiana.
-
Teoría semiótica
dinámica.
-
Teoría de la resistencia
y la hegemonía.
Como resultado de las
inquietudes estéticas,
de la labor
investigativa, del
acercamiento a la
historia de la cultura
cubana, la síntesis de
las artes, y la ardua
labor de creadores e
intérpretes en este
periodo, se estrenan
tres importantes obras
en el panorama danzario
cubano:
Suite Yoruba, de
Ramiro Guerra, con
música de Amadeo Roldán
y diseño de vestuario de
Andrés García, inspirado
en la obra de Landaluce.
Desde ese entonces los
nombres de los ya
debutantes, Irma Obermayer (Mulata de
Rumbo), Eduardo Rivero
(El mulato), Santiago
Alfonso (El negro curro)
y Arnaldo Patterson
(como uno de los
caleseros)
13
comienzan a dar luz a la
escena cubana.
En julio de 1960,
coreografiada por
Ramiro, se estrena El
milagro de Anaquillé,
con libreto original
escrito por Alejo
Carpentier en el año
1927 y con música de
Amadeo Roldán. En carta
a García Caturla ya el
propio Alejo había
señalado que:
“… no basta hallar una
idea más o menos bonita:
es menester que esta
idea pueda interpretarse
coreográficamente; pueda
estilizarse; se preste a
una rica versión
plástica enriqueciendo
la imaginación del
pintor encargado de
hacer decoraciones y
trajes, y, sobre todo
tenga los atractivos que
requiere una versión
musical.
14”
En las notas al programa
el propio Alejo
Carpentier, señala:
(…) Se ha dicho, con
alguna razón, que los
ballets escritos
entonces por Amadeo
Roldán sobre libretos
míos (La Rebambaramba,
en 1926; Anaquillé en
1927) carecían de un
cabal sentido
coreográfico, por cuanto
usaban en exceso la
pantomima, ofreciendo
pocas oportunidades de
danzar a los danzantes.
Pero quienes señalan
este defecto olvidan que
en aquellos tiempos, no
había en Cuba
coreógrafos ni
danzantes, ni asomo de
la constitución de algo
que pudiera calificarse
de “conjunto de ballet”.
15
La Rebambaramba fue
estrenada el 17 de
febrero de 1961, y a
propósito del estreno,
33 años después de que
concibiera la idea,
Carpentier anota en el
programa de mano:
“…Tal como aparece
ahora, puede decirse que
La Rebambaramba ha
encontrado, en el
argumento y la
coreografía, su forma
definitiva. El libreto
original ha quedado en
mera referencia, ante la
movida y remozada acción
imaginada por Ramiro
Guerra, a base de
elementos esenciales del
texto primero, ahora
refundidos y modificados
en función de la danza…
16.”
En el año 1961 la
compañía fue invitada al
Quinto Festival de Las
Naciones y se
presentaron en el Teatro
Sarah Bernhardt de París
y extendieron sus
presentaciones a otros
países del entonces
campo socialista, con un
éxito rotundo por parte
de la crítica y el público.
Ramiro trazó la pauta y
fue el gestor del
movimiento de la danza
moderna en Cuba. Como
también imprescindibles
fueron para su
consolidación y
desarrollo profesores,
coreógrafos y bailarines
extranjeros como la
norteamericana Lorna
Burdsall (1959), quien
aportó la pedagogía en
la formación técnica de
los bailarines, a partir
de las técnicas de
Graham, Cunninghan,
Limón y Humphrey,
introduce el trabajo en
piso, una de las bases
fundamentales del
posterior desarrollo de
la técnica cubana,
aporta al repertorio de
la compañía las primeras
obras de coreógrafos
extranjeros, Estudios
de las aguas y Vida de
las abejas de Humphrey
11, Ramiro además le
encomienda dirigir la
compañía durante los
años 1964 y 1965. Elfriede Malher (1960),
consolida la formación
de la especialidad de
Danza Moderna y dirige
la Escuela Nacional de
Danza,
más tarde desarrolla su
magisterio en la ciudad
de Guantánamo, donde fue
Directora de la Escuela
de Danza y fundó Danza
Libre
17, esta última
compañía generó otros
proyectos danzarios en
esa provincia y en La Habana.
El mexicano Manuel Hiram (1961), como
bailarín y profesor,
desarrolló el trabajo de
la fuerza y la agilidad,
uno de los sellos de la
escuela cubana. Elena
Noriega, (1962) con una
gran capacidad
organizativa, guió el
trabajo de la técnica
cubana de la danza
moderna, y logró con su
trabajo la unión de las
técnicas y maneras de
ejecutarse de todos los
profesores de la
compañía que procedían
de diferentes escuelas,
en un solo método
10.
Dejan también sus
huellas en la Danza
Moderna Cubana el
norteamericano Morris
Donaldson (1969) y el
polaco Conrad Drzewiesky.

Orfeo Antillano |
Los primeros diez años
del desarrollo de la
danza moderna en Cuba,
están indisolublemente
ligados a la obra
fundacional de Ramiro
Guerra, quien señala:
“… Mi quehacer
coreográfico se refiere
a dos etapas: la primera
a pesar de que el
repertorio en la
compañía es bastante
amplio en esa misma
línea de trabajo de
búsqueda de identidades
nacionales, en mi obra
coreográfica, las más
importantes pueden
considerarse la Suite
Yoruba (1960), Orfeo
antillano (1964), Medea y los negreros
(1968) dentro de esa
primera etapa, y de una
forma especial, también
la Chacona (1966).
Después, en la segunda
etapa, con el Impromptu
galante (1970), el
frustrado intento que no
fue tan fallido, porque
en realidad hubo un gran
trabajo de un año,
aunque no se representó
formalmente. En la que
sí se hicieron ensayos
generales llenos de
público que puedo
considerar que se llevó
a cabo el estreno fue
El decálogo del
Apocalipsis.
10”

Chacona |
Y apocalíptica para la
cultura cubana fue el
final de la década de
los años 70 de la pasada
centuria, no siendo
ajena la danza moderna a
estos acontecimientos.
Miguel Iglesias,
Director de Danza
Contemporánea de Cuba,
plantea:
“… Aquí se manifiesta
una danza diferente. Esa
identidad del mulato,
del mambí, va
expresándose. Ya no se
trata de una obra como
Suite Yoruba, en la
cual el folclore está
puesto de una manera
casi pura en la pieza.
Se empieza a elaborar de
otra manera, como en
Medea y los negreros,
o en Chacona. Se trata
del barroco de
Carpentier, del barroco
cubano visto de otra
manera, donde desempeñan
un papel protagónico las
caderas, la sensualidad,
es un sentido también
casi helénico de la
ondulación. El bailarín
comienza a hacer una
cantidad de torsiones, y
los músculos oblicuos
del torso se van
haciendo más poderosos,
se va conformando un
torso más expresivo….
“…La polirritmia del
tambor batá hace que el
lenguaje de Graham se
modifique. Ramiro inicia
aquí el postmodernismo
con el Decálogo del
Apocalipsis, que ya
había comenzado a
atisbar con Impromptu
galante. Y en ese
preciso momento llega a
Cuba el Ballet del Siglo
XX, de Maurice Bejart….
“…Viene el momento
nefasto para la cultura
cubana, la llamada
“parametración” en el
teatro y la danza, en
aquellos finales de los
60 y principios de los
70. Los funcionarios del
Consejo Nacional de
Cultura le dijeron a
Ramiro que no podía
estrenar el Decálogo.
Y Ramiro se fue.
“… Ramiro Guerra era la
voz, el ejemplo, el guía
espiritual e
intelectual….
18”

Medea y los
negreros |
El legado de Ramiro.
Danza Nacional de Cuba
Corresponde a Ramiro, y
así será un capítulo de
sus memorias, la
narración y valoración
de todo lo que generó su
Decálogo del
apocalipsis, obra que a
pesar de todos los
pesares ha sobrepasado a
la postmodernidad, y al
resto de los “ismos” por
venir. Ramiro como él
señala, bajó las
escaleras que dan al ala
de Paseo y 39 del Teatro
Nacional, y no regresó.
Entre sonrisas hoy
señala como un fauno
sonriente, con sus
tempranos 90 años, con
una frase bien cubana
“que aquello se estaba
poniendo malo”. Con su
salida, no se detiene el
desarrollo de la danza
moderna cubana, él formó
una primera generación
de creadores, sus
deudores son Eduardo
Rivero, Santiago
Alfonso, Arnaldo
Patterson, Víctor
Cuellar e
Isidro
Rolando. A la vez que
llega a la compañía la
primera graduación de la
Escuela Nacional de
Danza, que tuvo su
génesis en la Escuelita
del Conjunto Nacional de
Danza Moderna, de la
mano de Ramiro, Lorna, Elfriede, y Elena
Noriega. En el año 1974
cambia su nombre para
Danza Nacional de Cuba.

Boceto de
Eduardo Arrocha
para
Decálogo del
apocalipsis |
Aunque la labor creativa
no se detiene, desde el
año 1971 al 1985, pasan
por la compañía diez
directores, en ocasiones
esto provocó casi la
desaparición de la
compañía nacional, y
como señala Alberto
Méndez:
“…Danza Contemporánea, a
pesar de todos los
problemas sociales,
económicos, de todo
tipo, está ahí y es una
institución con un lugar
en la historia de la
danza de este país, así
como en el exterior. Y
eso dio pie a que otros
grupos se hayan creado,
y que en este momento el
movimiento danzario en
Cuba sea muy heterogéneo
e importante.
18”
Discípulos:
Eduardo Rivero:
Era Joshua, nombre
artístico en sus
inicios, bailarín,
coreógrafo y director;
profesor en la
“escuelita nocturna”
quien desarrolla uno de
los elementos
característicos de la
técnica de la danza
moderna cubana: la
ondulación del torso,
que le llega a través de
Ramiro y de los
colaboradores
practicantes de la
religión afrocubana
cuando investiga el
lenguaje de expresión
corpórea del cubano para
la Suite Yoruba.
Eduardo, uno de los
intérpretes de esta
obra, se apropia de ese
movimiento (formas percusivas o ligadas)
que viene desde Graham y
lo desarrolla acorde a
sus posibilidades
expresivas.

Eduardo Rivero
en Sulkary |
Como profesor de la
compañía, en las clases
de técnica de danza
moderna, trasmite esa
experiencia que será el
sello distintivo de dos
clásicos de la
coreografía cubana:
Okantomí (1970) y
Sulkary (1971), esta
última con elementos de
danzas folclóricas
afrocubanas yoruba y
arará a partir de la
técnica cubana de la
danza moderna, máximas
exponentes de la
mayoritaria parte negra
del movimiento danzario
cubano, obras
emblemáticas de la
compañía que Eduardo
Rivero dirige hoy,
Teatro de la Danza del
Caribe. Entre los
intérpretes de su
generación fue el
abanderado del lirismo
poético y dejó sus
huellas en Mulato,
Suite Yoruba, Orfeo
Antillano, Medea y los
negreros y Dúo a Lam
(1979).

Dúo a Lam |
Arnaldo Patterson:
Es otro de los
intérpretes que han
aportado formas de
movimiento a la danza
cubana, combinando el
movimiento de gancho
hacia adentro de Ramiro
y la ondulación del
torso de Eduardo Rivero,
con sus movimientos
pélvicos. Comienza a
formar bailarines en la
escuelita nocturna y
por su trabajo riguroso
alcanza la categoría de
Maître. Su trabajo
técnico forma parte del
patrimonio cultural de
la danza moderna cubana.
Como maestro impone
nuevos retos a los
alumnos en la proyección
escénica de sus
movimientos y ellos, sin
apenas percatarse, suben
al escenario para
concretar la labor
coreográfica de
Patterson: Elaboración
Técnica (1976) es una
de las obras más
representativas del
repertorio de la
compañía. Luego vendrían
Libertando (1978) y
Contrastes (1978). Su
deceso fue una sentida
pérdida para los
fundadores de la
compañía y para los
admiradores de la danza.
Santiago Alfonso:
Guerrero de múltiples
batallas, fue el
protagonista de Tres
Preludios, de Elena
Noriega. Por esos años,
Santiago alternaba su
trabajo en la Compañía
con la labor nocturna en
espectáculos de cabaret.
A sus empeños debe buena
parte de su fama Tropicana. Su estilo y
su férrea disciplina se
reconocen en todas las
latitudes. A este género
incorporó la técnica de
la danza moderna cubana
conjuntamente con el
folclore y el lenguaje
gestual, la sensualidad
y el erotismo, y sin
descuidar las
perspectivas del medio,
ha llevado a la escena
lo más representativo y
genuino de nuestra
cultura afrocubana.
Hoy, su nombre es una
de las marcas
registradas por el
marketing del mundo del
espectáculo, mezcla de
garantía, de calidad
artística y capacidad
para insertarse en el
mercado. No se puede
olvidar su destacada
labor artística como
Director del Conjunto
Folclórico Nacional
(1965). Entre sus
coreografías más
representativas están
Trío de serpientes,
Rumba de taburetes,
Sin Timbal, Bésame
mucho y Cuadro Negro.
Víctor Cuéllar:
Proviene del Teatro
Musical, recibió las
enseñanzas de Alberto
Alonso y Luis Trápaga.
Su creación está marcada
por su visión global del
espectáculo teatral. Uno
de los coreógrafos más
prolijo y prolífico del
movimiento danzario
cubano en sentido
general; representativo
y sui géneris de esta
generación, y la
siguiente. A él se le
deben títulos
representativos como
Panorama de la música y
la danza cubana (1973)
que aún es referente en
el panorama danzario
nacional, Escena para
bailarines (Fausto)
(1979), Michelangelo
(1979), El poeta
(1986) y Celestina
(1989).
Reelaboró las técnicas
de conjuntos aprendida
con Ramiro, Elena
Noriega, Lorna Burdsall
y Manuel Hiram, en
función de su capacidad
de mover a grandes
conjuntos de bailarines,
en función de la
espectacularidad.
Isidro Rolando:
Ingresó a la Compañía en
el año 1961. Es, junto
con Luz María Collazo,
memoria viva de la danza
contemporánea en Cuba,
cordón umbilical entre
los fundadores y los que
en el transcurso de
todos estos años la han
sostenido. Bailarín,
coreógrafo y maestro de
generaciones, la
constancia y el rigor lo
definen. Fue excelente
intérprete de las obras
más representativas:
coreografías de Ramiro
Guerra, Lorna Burdsall,
Manuel Hiram, Elena
Noriega, Gerardo Lastra,
Eduardo Rivero, Víctor
Cuéllar, entre tantos
otros que la relación
sería envidiable para
profesionales de la
danza en cualquier parte
de este mundo. Hoy es el
Regisseur,
responsabilidad que no
lo limita para liderar
Compás, del holandés Jan Linkens, y
Nayara,
Mira y no Toques, de Samir Akika, o
entregarnos obras
coreográficas de
auténtica cubanía (El
rapto de las mulatas),
o de profundo sentido de
lo latinoamericano (Omawë).

Lorna Burdsall,
Elena Noriega y
Ramiro Guerra |
Una labor importantísima
dentro de este período,
es la de
promoción, proyección y
gestión de Sergio
Vitier, quien asumió la
dirección de la compañía
desde 1978 a 1983,
facilita el desarrollo
de nuevos coreógrafos, y
crea un clima propicio
para la creación
artística.
La génesis de la
Escuela Nacional de
Danza y su Metodología
es la “Escuelita” que
Ramiro fundara en los
propios salones de la
compañía y que
permanecía abierta hasta
altas horas de la noche.
Los primeros graduados
de la escuela, si bien
fueron formados bajo el
rigor de la técnica de
la danza moderna cubana,
no fueron formados bajo
la égida de Ramiro
Guerra, pero sí
recibieron su influencia
por el magisterio de
Eduardo Rivero, Arnaldo Patterson, Gerardo
Lastra e Isidro Rolando,
sus discípulos más
aventajados.
Esta generación que
inicia su labor
interpretativa y
coreográfica dentro de
la compañía nacional,
por sus inquietudes
estéticas, la búsqueda
de nuevas expresiones
danzarias y la imperiosa
necesidad del
surgimiento de nuevos
grupos creativos,
condicionados por el
desarrollo de esta
manifestación en la
Isla, y la graduación
sistemática de
profesionales de esta
especialidad por el
sistema de enseñanza
artística, protagonizan
la primera ruptura con
Danza Contemporánea de
Cuba, la
“madre nutricia de la
danza en la Isla”
63
en ella, Ramiro formó
las figuras más
prominentes del panorama
de este arte en Cuba,
que propiciaron con su
enseñanza y magisterio,
que se gestaran
interesantes proyectos
como Danza Abierta
(1988), de Marianela Boán, quien define su
estética dentro de la
danza postmoderna
norteamericana, sin
perder su esencia de
cubanía. Rosario
Cárdenas en 1990 fundó
la compañía Danza
Combinatoria, de la cual
es además profesora y
coreógrafa; basa su
estética en la
preparación física de
los bailarines. Narciso
Medina, en 1993 fundó la
Compañía Gestos
Transitorios, hoy
Compañía Narciso Medina;
su técnica la define
como la búsqueda de la
respiración como motor
impulsor, que da origen
al movimiento, que es el
resultado externo de la
respiración; y los
intentos de Regla
Salvent de entregarnos
un Cuerpo Armónico.
Margarita Vilela trabajó
en la fundación de la
Compañía de Danza
Contemporánea de
Santiago de Cuba,
después Jorge Abril y
Carlos M. Pérez ayudaron
a su desarrollo, dándole
cuerpo Eduardo Rivero a
la Compañía Teatro de la
Danza del Caribe.
Danza Contemporánea de
Cuba es consecuente con
el espíritu renovador de
su fundador, a sus
presupuestos originales
y sigue abierta a las
últimas tendencias de la
danza en el mundo, en
una búsqueda constante y
experimentando disímiles
estilos, lo cual le ha
posibilitado el
acercamiento a creadores
y escuelas de otros
países, sin descuidar su
esencia técnica fundida
por Ramiro “… con
raudales de africanía en
este crisol criollo
puesto al fuego
tropical… desde los
multiseculares tiempos
de la zarabanda, el
cumbé y otros bailes
plebeyos…”
55.
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La Habana, agosto de
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Tomado del
Archivo
Histórico de DCC
Isidro Rolando,
Luz María
Collazo y
Santiago
Alfonso.
Comunicación
personal. 2007
Isidro Rolando
y. Miguel
Iglesias.
Comunicación
personal.
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