Subí las escaleras de la
Facultad de Comunicación
con una ansiedad
parecida a la de mi
primer día de estudios.
Hace 8 años, ascendía
camino a mi vocación.
Ahora, me disponía a
conversar con mi
profesora de entrevista,
la periodista y
académica Miriam
Rodríguez Betancourt. La
Profe, como siguen
llamándola periodistas
de múltiples
generaciones, es una de
esas maestras que
sientan derroteros.
Fueron sus clases las
que me hicieron preferir
sobre todo los géneros
la entrevista, “piedra
angular del periodismo”,
como le gustaba citar, y
en ellas me seguí
convenciendo de haber
elegido la profesión
correcta.
Recuerdo la estampa
imponente cuando llegó
al aula por primera vez,
y el respeto que
despertaban en el grupo
los comentarios con los
que fue descubriéndonos
el difícil arte de
combinar empatía,
sagacidad, don de gente
y rigor investigativo
con el solo propósito de
dejar lucir al otro, de
saber el momento
indicado para lanzar la
pregunta que augura una
revelación.
La mayor parte de su
carrera la dedicó a la
enseñanza y la
investigación, pero
nadie pierde dudas de su
indiscutible aporte al
periodismo cubano.
Acerca de la entrevista
periodística,
Acerca de la crónica,
Tendencias del
periodismo contemporáneo,
son algunos de los
libros que bajo su firma
han guiado a
profesionales de la
comunicación de todo el
país. En 2010 recibió el
Premio Nacional de
Periodismo José Martí,
como reconocimiento a su
amplia labor en este
sentido, y recuerdo por
entonces que en el
gremio nadie podía dejar
de hablar del asunto, y
de la alegría que les
producía.
Antes de entrar a la
biblioteca, donde estaba
previsto el encuentro,
recordé varios de los
consejos que nos dejara
en el aula: “Hay que
conocer a fondo el
personaje, documentarse,
crear empatía, ser
incisivo, llegar al
fondo, tener claro el
objetivo de la
entrevista”. No estoy
segura de haberlos
aplicado en su
totalidad, solo dejé que
corriera el diálogo, y
disfruté las respuestas
certeras, contundentes,
sin más adjetivos que
aquel que resulte
fundamental.
“Estudié en la primera
promoción de la carrera
de Periodismo, en los
años iniciales de la
Revolución, cuando se
abrió la convocatoria
para estudiar la carrera
en la Universidad de La
Habana. Siempre pensé
recibir una formación
sistemática en la
academia. Me sometí a un
examen bastante fuerte
para entonces y creí que
no lo había aprobado,
porque estaba entre las
últimas, pero sí
ingresé. Entre el año 69
y 70 hice el servicio
social en varios lugares
del país, lo mismo en la
Isla de la Juventud que
en otras provincias,
porque se tenía un
espíritu de revolución,
de transformarlo todo.
Después hicieron falta
profesores y me quedé en
la academia. Seguí
colaborando, pero me
decidí a priorizar mi
labor docente, porque si
me iba a dedicar a ella
tenía que hacerlo lo
mejor que podía, y el
periodismo activo no
deja tiempo.”
¿Cómo era la presencia
de las mujeres
periodistas en aquella
etapa?
En la República había un
buen grupo de mujeres
periodistas como Mari
Blanca Sabas Alomá,
Ofelia Rodríguez Acosta,
Marta Rojas. En los años
iniciales de la
Revolución se produjo un
vuelco en la prensa,
muchos periodistas se
fueron y otros tuvieron
que asumir esas tareas.
Poco a poco empezaron a
nutrirse las redacciones
de mujeres. En nuestro
grupo éramos bastantes
compañeras y esa
tendencia se fue
incrementando.
En aquellos tiempos en
la escuela de Letras
había grandes profesoras
como Camila Henríquez
Ureña y Mirta Aguirre.
¿Qué impronta de estas
figuras quedó en las
generaciones de
profesionales?
Las recuerdo influyendo
en los estudiantes por
su magisterio, por su
trayectoria y su entrega
a la causa de la
Revolución. No sé en los
profesionales en activo
que por entonces
ejercían el periodismo,
pero en los profesores
nuestros, en los que
estaban a su alrededor,
fue sin duda un ejemplo
grande. A su alrededor
se formaron muchísimos
profesores de la escuela
de letras como Luisa
Campuzano, Rogelio
Rodríguez Coronel, Mirta
Yáñez, Dioni Durán,
Elina Miranda, que
fueron muy importantes
no solo para los que
estudiaban esas
carreras, sino para
todas las personas que
estábamos en aquella
facultad. Ese contexto
de compartir, de
escucharlas y de ser
formados por esas
profesoras, fue
importante en nuestro
desarrollo.
El haber formado a
tantas generaciones de
profesionales de la
prensa debe haber dejado
alegrías y sinsabores.
Me siento muy satisfecha
y creo que he puesto un
grano de arena, aunque
no soy la única que ha
contribuido a la
formación de los
estudiantes de
periodismo. Es el
resultado del esfuerzo
de muchos compañeros.
Sinsabores he tenido
pocos en mi carrera de
profesora. He sido
privilegiada por haber
podido compartir cátedra
con profesores
brillantes, que me
enseñaron a amar la
profesión.
Por azares diversos me
dediqué a la enseñanza
fundamentalmente, y esa
cercanía, esa
observación de los otros
profesores fue para mí
decisivo. Con eso alivié
un viejo sinsabor, que
ha sido no dedicarme por
entero al periodismo, a
escribir, que es lo que
realmente me gustaba,
por lo que he sentido
más inclinación. He
mantenido
colaboraciones, pero el
periodismo hay que
vivirlo en las
redacciones. Hay que
tratar de aprender a
amar lo que uno hace, no
hacer lo que uno ama,
como decía Goethe.
Sin embargo, hay muchos
alumnos que la recuerdan
con afecto, y ha
contribuido al rigor
académico de la carrera.
A partir de ese cariño
que tienen por mí
algunos alumnos, he
tratado siempre de
transmitirles que se
trata de una profesión
difícil, de complejidad
cultural, no de ganar el
pan nada más. Es una
profesión a la que hay
que insuflarle mucha
responsabilidad. Como
decía García Márquez, es
uno de los mejores
oficios del mundo, sobre
todo cuando se ejerce
con responsabilidad, con
ética. El periodismo si
no tiene ética no es
nada, es una taquigrafía
de los acontecimientos.
Cuando se dan por lo
menos esas prevenciones
que después compruebas
en la práctica, a la
larga se agradece.
Trato de enseñar a mis
alumnos a mantener
honradez, a pensar con
su propia cabeza, a
comprender que además de
intelectuales son
personas que trabajan en
un medio y tienen que
tener un respeto por la
línea editorial, como en
cualquier lugar del
mundo. Es una profesión
en la que se sufre
mucho, sobre todo con
los errores que uno
comete. Pero tampoco hay
que hacer de ellos una
tragedia, porque esta es
una profesión donde se
tienen que cometer
errores, una profesión
muy compleja y de todos
los días. También trato
de persuadirlos de que
es una profesión que
comienza todos los días
y hay que estudiar
siempre, porque si no lo
haces la vorágine te
absorbe y te quedas como
un chupatintas digital.
La prensa cubana es
muchas veces cuestionada
por falta de rigor, por
desconocimiento, por
falta de crítica. Sin
embargo, en su programa
de estudios se trata de
suplir esas carencias.
¿Cómo valora esa
dualidad entre lo que
adolece la prensa y lo
que se intenta formar
desde la academia?
No hay plan de estudio
que responda de manera
total y satisfactoria
para siempre a la
profesión, porque la
práctica, el hacer
profesional, es la
continuación de los
estudios. Ahora estamos
en el Plan D, llamado
así porque antes
estuvieron todos los
anteriores. Creo que es
superior, pero no
perfecto.
Por otra parte, está el
hecho de que por
naturaleza el periodismo
es una profesión
expuesta al error.
Entonces se convierte en
el chivo expiatorio,
todo el mundo deposita
sus críticas en la
prensa cuando hay un
problema. Nosotros casi
siempre somos los
culpables.
La contradicción entre
el ser profesional y el
saber teórico, las
críticas hacia la labor
periodística, no son del
tiempo de la Revolución,
sino de antes, de manera
que eso es como el rayo
que no cesa, y hay que
estar preparado para
afrontarlo, no con
cinismo, sino con un
poco de sosiego, de
tranquilidad y sabiendo
que vamos a estar en el
ojo del huracán,
siempre.
Claro, no somos
inocentes. La prensa
cubana no es el gran
culpable, pero tiene
errores,
insuficiencias.
¿Cuáles son los aspectos
sobre los que debería
incidir el cambio que
necesita la prensa
actual?
La prensa tiene que
tener un nivel de
autonomía. Tiene que ser
mucho más plural en sus
puntos de vista y
opiniones. El proceso de
renovación del modelo
económico y social que
estamos llevando a cabo
pasa por la prensa. Sin
la prensa no se avanzará
suficientemente, o se
avanzará más lentamente.
Tiene que jugar un papel
dinamizador y acompañar
ese proceso desde
actitudes periodísticas,
desde el hacer y
participar como un
elemento de
transformación, de
avance y de intercambio
de ideas y de
pensamiento.
¿Están preparados los
profesionales de la
prensa en Cuba para esta
transformación?
Nunca nadie está
preparado, porque la
vida es mucho más
compleja y dinámica que
el afán previo; pero
aprenderemos. Lo haremos
entre tropezones y
desaciertos. Habrá que
vencer todos los
obstáculos y pagar por
ellos si es necesario, y
equivocarse, igual que
cualquier otra
profesión. Pero pienso
que desde la academia,
desde la experiencia que
se tiene en los medios,
donde hay personas muy
talentosas también, se
puede contribuir a
fortalecer y mejorar, a
preparar. Si hay una
decisión y una voluntad
para entender el papel
de la prensa, el
protagonismo que el
periodismo puede
desempeñar, el sector
responderá.
Existe una mayoría
femenina en los medios
cubanos. Sin embargo,
sigue siendo una prensa
sexista, que repite
estereotipos de género
constantemente. ¿Cuál es
la razón de esta
paradoja?
Debe haber varios
factores para eso, como
en todo problema. Me voy
a referir a la academia
que es el campo que más
conozco. Creo que en la
carrera de periodismo
nos ha faltado audacia y
comprensión de este
problema, nos ha faltado
visibilizar el género
como un pensamiento de
vanguardia. Apenas hemos
incluido en el plan de
estudio asignaturas de
carácter opcional sobre
temas de género, cuando
se trata de una
perspectiva de vocación
emancipatoria. No hemos
incluido estos estudios
en la carrera y esa
cuota de falta de
previsión nos ha
marcado. Desde ese punto
tenemos responsabilidad
en esa situación de
sexismo que afronta la
prensa.
¿Considera que deberían
incluirse los estudios
de género entre las
materias que estudian
los periodistas?
Definitivamente, sí. Nos
faltó conocimiento y nos
enfrascamos en otras
urgencias que estimamos
más acuciantes. Como
profesora, como
presidenta de la
Comisión Nacional de
Carrera que he sido
hasta hace poco, tengo
que aceptar que nos
fuimos hacia otras
cuestiones y olvidamos
el género. Todo lo que
tiene que ver con los
temas de discriminación
ha creado un pensamiento
más revolucionario, más
renovador, más amplio y
más holístico que muchos
otros.
Y en las mujeres que
ejercen el periodismo,
¿advierte otro enfoque?
Independientemente de
que muchas compañeras
periodistas no tengan lo
que se denomina el
enfoque de género, el
hecho mismo de ser mujer
tiene necesariamente que
imprimir a su visión del
mundo una mirada
especial. No obstante,
el conocimiento de las
herramientas del género
nos ayudaría mucho.
Además, no solo se
adquiere este enfoque de
género mediante la
academia. Otras
instituciones han
encaminado esfuerzos,
talleres, y eso ha ido
ganando gente joven
interesada por esta
visión, y han ido
aprendiendo a
visibilizar el papel de
la mujer, su situación.
No porque hayamos hecho
una Revolución todo está
conseguido.
Es una de las pocas
mujeres que ha obtenido
el Premio Nacional de
Periodismo José Martí.
¿Cree que esté
suficientemente
reconocida la labor de
las grandes periodistas
en Cuba?
Todo lo que se haga a
favor del reconocimiento
de las mujeres va a
influir en esa
transformación, pero
creo que todavía se
puede trabajar mucho más
por reconocer y por
comprender el papel de
las mujeres que se han
dedicado al periodismo.
¿Cuáles han sido sus
modelos profesionales?
He admirado a muchos
periodistas: Pablo de la
Torriente, José Martí,
Enrique de La Osa,
periodistas extranjeros.
Todos deben haber dejado
algo, una influencia.
Estos que te menciono
son la gente que más me
ha llegado, que más he
gozado, sufrido y
disfrutado de su trabajo
y de su pensamiento. De
los grandes periodistas
y de los que no lo son
tanto también una recibe
influencias.
Usted es una gran
defensora de la prensa
impresa. En tiempos en
que comienza a apostarse
por los medios
alternativos. ¿Cuál es
el lugar que va quedando
para los soportes
tradicionales?
La prensa impresa no
puede competir con los
medios digitales, sino
recobrar las señas de
identidad que tiene y,
si en el futuro la vía
que se va a imponer para
la difusión de las ideas
es la de las nuevas
tecnologías, el
periodismo es el que se
salvará. Pero eso es
futurología, al menos
para mí.
Pienso que deberá
coexistir, pero quizá
estoy haciendo pasar la
realidad por mi deseo.
En este momento, en
lugares donde todavía
existe y es
preponderante la prensa
y el periodismo escrito
en papel, tiene sobre
todo que afianzarse en
lo que han sido siempre
sus fortalezas: en el
poder reflexivo de la
palabra impresa, las
posibilidades que tiene
la prensa de guardarse,
archivarse, tenerla
cerca, y no pretender
competir con los medios
digitales, sino asimilar
de ellos lo que puede
realmente contribuir.
¿Cuál es la principal
enseñanza que les ha
dejado a sus
estudiantes?
He querido que siempre
piensen con su propia
cabeza. Más que
recomendaciones confío
en que los jóvenes van
encontrándose en el
camino. Quedarán los que
no entendieron bien la
profesión, los que no
amaron el periodismo.
Los que sean
verdaderamente
periodistas entenderán,
sin duda.
Si se pudiera resumir en
una idea la principal
satisfacción que le han
traído todos estos años
dedicados a la enseñanza
del periodismo, ¿cuál
sería?
Te lo diré con una
frase: verlos que sepan
prescindir y encuentren
su propia voz y camino,
porque en esa ruptura,
de alguna manera, está
lo que yo he podido
influir, y lo que mis
compañeros han puesto en
esa andadura de los
jóvenes. |