Un juego entre la ironía y el cuestionamiento, una
puesta a prueba de las reacciones y espacios para
entender, un choque, un minuto de silencio y luego
saber si se trata de una realidad que se nos escapó,
de una verdad contemporánea que ataca demasiado
fuertemente a nuestra conservadora existencia o
acaso otra locura más de esas en la que cualquier
cosa puede ser arte.
Así pasa con “Beverly Top Plastic”, la exposición de
la artista Beverly Mojena (1977) inaugurada el
pasado miércoles en el Centro de Desarrollo de las
Artes Visuales de la Ciudad de La Habana. Se trata
de una tienda de productos confeccionados a partir
de las bolsas plásticas desechables que sirven como
envoltorio en las tiendas reales.
La tienda de Beverly es bastante parecida a esas
reales. Confecciones de diversos estilos, zapatos,
tejidos, un mostrador, póster y plegables. Un
vendedor. Solo cambia la fibra de confección, el
material. Diseños renovadores.
Hace ya como un quinquenio que Beverly anda
diseñando moda a partir de bolsas de nylon.
Cuenta la artista, al hablar de sus inicios en el
trabajo con el nylon: “... descubrí que el material
tenía muchas más posibilidades y cosas que
transmitir y que podía abordar un tema político,
social y económico trabajando con la moda en sí.
Este tema me parecía algo mucho más cercano al
espectador y a mi historia personal.”
Un análisis e interpretación de la exposición tiene
el crítico Frency Fernández. Para él se trata de
“…vestuarios que nos siguen hablando de los márgenes
en que vivimos, los bordes que anhelamos rebasar.
Aquí su yuxtaposición, no de materiales y objetos,
estantería perchas y ‘precios’ incluidos, son una
paródica hipérbole en dos direcciones: hacia nuestra
aleatoria vida y hacia los resortes del campo
artístico y su comercialización. En su juego de
absurdos Beverly nos invita a pensar en los límites
entre lo funcional y lo inútil, entre lo
coleccionable y ‘lo artístico’, para reflexionar
sobre la relatividad del valor de uso y el valor del
arte.”
Si las piezas en venta logran atraer a usuarios y
hay quien paga por ellas, mucho mejor, en opinión de
Beverly. Sin embargo, el susto ante lo distinto es
aún demasiado fuerte y sus piezas hasta ahora siguen
siendo solo objetos visuales, creaciones, pero pocos
estarían listos para entenderlas como un bien de
consumo más. |